"Sin pasión no hay vida. Sin arte no hay vida"
"El viento me marcó desde niño. Aquellos alisios soplando sobre mi infancia han sido determinantes en mi vida y en mi obra". La idea de que todas las figuras, todas las esculturas, están escondidas en la naturaleza: en el interior de la piedra, en el núcleo del hierro, en el tronco de madera, en el barro… y que sólo hace falta tiempo, viento y la ayuda de la mano del hombre para sacarlas a la luz, cobra todo su sentido en Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925). Sus obras reflejan la sutil comunión, el equilibrio entre lo que la creatividad del artista imagina y lo que el entorno, la naturaleza y sus elementos sugieren.Se manifiesta reflexivo: "el pensamiento es un elemento esencial de la cultura y de la existencia, también de la del artista". Convencido: "sin arte no hay vida", "sin libertad, que tiene un previo que es la tolerancia, no se puede realizar nada" y, al cabo, realista: "me apena que el tiempo sea tan corto. Sé que estoy en la recta final, en la fase de desandar, desoír, deshablar, pero sigo activo, de otra manera, pero activo".
Estudió filosofía antes de Bellas Artes…
Estudié Filosofía y Letras para responder a una doble necesidad. La primera, porque mi familia quería que yo fuera un hombre solemne, lo que hoy entenderíamos como políticamente correcto. En aquella época tenías que responder al patrón que consideraba la pequeña burguesía. Con el tiempo, aquello se convirtió en un hito extraordinario del que estoy encantado, pues me brindó la posibilidad de tener un tipo de información, un tipo de educación y un punto de conocimiento que de otra manera no hubiese tenido y que ha sido fundamental para mi creación. Por otra parte, lo hice porque sentía la necesidad de tantear distintas posibilidades.
¿Cuáles fueron sus iniciales referentes artísticos?
De mi primer viaje a París me queda el impacto de la obra escultórica de Julio González y, sobre todo, Léger. Llegué a Léger y descubrí el orden. Posteriormente viajé a Italia y allí me interesaron artistas tan distintos como Piero de la Francesca o Miguel Ángel. Recuerdo la emoción que me produjo el David. Posteriormente fui descubriendo a Henry Moore. En fin, uno va viendo cosas y esas cosas, esas influencias, se van quedando en uno. Por supuesto ha sido importante para mí la amistad y la inteligencia de Ángel Ferrant.
Arte es vida, usted lo ha dicho, ¿lo sigue afirmando?
Siempre digo que sin pasión no hay vida. Sin arte no hay vida. El arte tiene que tener un lugar reconocido y el artista también tiene que estar en ese lugar en donde las cosas suceden. Tiene que haber una carga humana importante, de lo contrario no concibo que ciertas cosas se puedan realizar. A través de la cultura y del conocimiento de la misma cultura, todo lo que sucede se produce de una manera cíclica y concatenada. Es decir, no existe una idea sin que haya habido un previo y, a su vez, esa idea tiene posteriormente una consecuencia. Es evidente que vivimos en un mundo en donde el pensamiento es algo fundamental. El pensar debidamente se ha convertido en un elemento fundamental.
¿Debe su forma de concebir el arte a su tierra de origen?
Al pensar en el lugar del que uno viene parece claro que vamos del origen hacia el universo. Hoy en día suelo decir que ni yo le debo nada a Canarias ni Canarias me debe nada a mí. Evidentemente, mi lugar de origen tiene una resonancia en mí. Son muchas las vivencias y es donde crecí y en donde empecé a pensar, a sentir, a sufrir… ¡qué se yo! Una serie de experiencias que se acumulan en ti y son fundamentales para lo que eres, piensas, etc. en tu proceso vital. Pero no siento que esté atado a nada. Soy yo mismo el que he creado mi cosmos y navego en él lo mejor que puedo.
Se define usted como libre y tolerante.
Así es. Siento respeto. Siento admiración, siento todo lo que hay que sentir pero es evidente que yo siempre quise ser un hombre periférico y fui viviendo alrededor de todas las situaciones. Cavilando y observándolas y sacando mis deducciones. Yo creo que sin libertad no se hace nada. La libertad tiene un previo que es la tolerancia. Siempre he sido muy tolerante y, a la vez, un libertario.
¿Con cuál de sus etapas artísticas se quedaría?
Recuerdo mi etapa de los años 50, en una España que era una tierra baldía, trabajando por amor al arte, porque de ninguna manera pensaba que pudiera llegar a vivir de aquellas esculturas que con el tiempo alcanzarían un gran valor en el mercado. Aquellas obras lo que levantaban era una gran controversia. Esa controversia a mí me fue dando vida. Me hizo seguir adelante y cada vez estaba más seguro de que aquello que estaba haciendo era lo que tenía que hacer.
[De aquellos años, Chirino ha dejado escrito: "Realmente llegamos a tener un tremendo hastío y una gran desesperanza de vivir en aquel medio. Llegamos a ser seres odiosos que desesperábamos por nuestras actitudes y deseos de transformaciones. La nueva estética venía a ensordecer, enmudecer y a cegar, dando lugar a que la vanidad, casi instantáneamente, se reforzara. No solo el espacio físico nos aterraba, sino también el espacio mental agresivo hacia nosotros: la posibilidad de toda expresión resultaba bastante escandalosa".]
Pero la mejor etapa de mi vida, –prosigue con una leve sonrisa de orgullo–, es la de mi hija. Mi hija es el gran recuerdo. Es el gran presente, la gran obra. ¿Está el arte falto de fiesta?
Se ha hablado mucho de todo eso pero lo de la fiesta es algo paralelo. El arte no es una fiesta. Ni la cultura es una fiesta, como apuntaba algún eslogan de los últimos años 70, cuando accedíamos a la democracia en este país. La cultura es pensamiento, es reflexión, es pasión y, por supuesto, el arte es pensamiento, el arte es reflexión, el arte es pasión y otra serie de cosas que tienen poco que ver con lo que entendemos por fiesta. Eso no quiere decir que me ponga a llorar todos los días...
Dejemos hablar al viento…
Eso está bien. Me gusta. Tiene mucho que ver con mi origen. El viento fue algo que de pequeño me marcó. Aquel viento de las Islas. Los alisios… todos vivíamos siempre pendientes de aquellos vientos porque tenían una gran significación dentro del desarrollo del día. Dependiendo de ellos adoptábamos unas actitudes u otras, hacíamos unas cosas u otras. El viento en Canarias es muy importante porque realmente conforma la manera de pensar, la manera de sentir y de estar de los canarios. En mi obra el viento se manifiesta y, de hecho, la espiral es una figura que me ha acompañado a lo largo de toda mi carrera.
¿En qué momento se encuentra?
Sé que soy mayor y que realmente estoy en la recta final. Me apena que el tiempo sea tan corto. Cada vez noto que necesito más tiempo para que aquello que pienso y quiero se haga real. Sigo haciendo lo que siempre he hecho. Haciendo investigación sobre todo aquello que he hecho e incluso he vuelto la mirada atrás para ver ciertas piezas y reflexionar sobre ellas. Trabajando sobre dibujos de otras épocas. Dándoles plasticidad, haciendo su escultura pero ya desde otra perspectiva. No existe la agonía de cuando estás mirando hacia delante. No es la misma agonía cuando lo haces hacia atrás. Es lo que se define como desandar, desoír, desescuchar, deshablar. En ese camino de ida y vuelta existen otras posibilidades también muy importantes, en ellas ando.
Vida y obra de una grancanario universal Nacido en la célebre playa de Las Canteras (Las Palmas de Gran Canaria) el 1 de marzo de 1925, Martín Chirino es el undécimo de doce hermanos. Hijo del jefe de talleres de los astilleros Blandy Brother en el Puerto de la Luz, esta circunstancia, –el lugar del trabajo paterno–, posibilitó el primer contacto del escultor con el metal. Con apenas 15 años se producen sus primeras tentativas escultóricas, impulsadas por su amistad con el pintor, canario también, Manolo Millares. Juntos realizan un nacimiento que obtiene un premio local en la Navidad de 1943. Un año más tarde participa en una exposición de artesanía colectiva. Su primer maestro fue el escultor Manuel Ramos, que había sido discípulo de Capuz y Benlliure. Por decisión de su padre, que hacía compatible su trabajo en los astilleros con un negocio particular como armador naviero, trabajó muy joven, con menos de 20 años y durante dos, en el aprovisionamiento y mantenimiento de buques destinados a Africa. Aquellos viajes a Marruecos, Senegal, Mauritania y Guinea Ecuatorial son el origen de su pasión por aquel continente, presente en al menos dos de sus ciclos escultóricos, el de las Reinas negras a mediados de los 50 y, posteriormente, el del Afrocán. En 1948 marcha a Madrid en donde se matricula en la Facultad de Filosofía y Letras. Abandonará estos estudios para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en donde coincide con Antonio López y Lucio Muñoz. Compagina estos estudios con el aprendizaje del oficio en talleres de herrería. Trabaja esporádicamente en una de Cuenca en la que el dueño le deja manejar el hierro a cambio de que le ayude a la hora de herrar los caballos. Son tiempos duros en los que se gana la vida dando clases de inglés y “sobreviviendo a base de bocadillos de calamares y sesiones continuas de cine en dónde veíamos cosas nuevas y estábamos calientes”. Tras concluir su formación en España y en la School of Fine Arts de Londres, obtiene el título de profesor de Bellas Artes. Viajará posteriormente por Francia, Italia e Inglaterra y, de regreso a Las Palmas, en 1953, comenzó a trabajar en el campo de la abstracción con las Reinas negras, figuras estilizadas, inspiradas en el arte africano y el surrealismo, con una mezcla entre arte primitivo y vanguardia que estará presente en muchas de sus obras. Regresa a Madrid con Manolo Millares, con el que funda un grupo de revisión de lo autóctono canario, e inicia una serie de obras dentro de la denominada "poética del informalismo", con una búsqueda de la fuerza expresiva en los materiales. En 1958 realiza su primera exposición individual en el Ateneo de Madrid y entra a formar parte, con el objetivo de vitalizar el arte moderno en España, del grupo El Paso, junto con Saura, Canogar, Feito, Millares, Ayllon, Juana Francés, Serrano, Suárez y Rivera. En 1959 participa en la muestra New Spanish Painting and Sculpture, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Arranca ahí una proyección internacional que llega a nuestros días. En 1961 inicia los Inquisidores, esculturas compuestas por barras de hierro que se retuercen hasta formar rostros humanos e instrumentos de tortura. Desde 1967 visita periódicamente EE.UU., donde acomete diversos proyectos monumentales. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, ha sido presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid entre 1982 y 1992 e inspirador del Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) de su ciudad natal. Atesora numerosos premios, entre los que figuran el Internacional de Escultura de la Bienal de Budapest, el Premio Nacional de Artes Plásticas, el Premio Canarias de Artes Plásticas, la Medalla de Oro a las Bellas Artes, el Premio Nacional de Escultura de la CEOE y la Medalla de Honor del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Expone regularmente en Europa, América y Asia. Su obra está presente en los museos y colecciones más importantes del mundo. |
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